Todo apunta a que, Siria y BRICs mediante, la interminable recesión podría dejar paso a una tenue recuperación, aunque lastrada por el fardo de los ajustes y reformas pendientes y las fabulosas deudas del Reino. Los datos objetivos -exportaciones, indicadores adelantados, consumo de carburantes, turismo, confianza de los consumidores y empresarios, economía europea, aunque sea con fórceps…- espigan por ahí. También parece mejorar la percepción subjetiva: muchos empresarios aseguran que este año venden lo mismo o algo más que el año pasado y cada vez son más los trabajadores convencidos de lo peor quedó atrás.
Quizá sea momento de pensar en lo que nos ha ocurrido, por qué nos ha ocurrido y cómo evitarlo en el futuro, planteando estrategias de crecimiento. Y más aún en el caso de Asturias. Creo que no sobra una reflexión sobre por qué, cuando la bonanza, el Principado figuraba, año tras año, entre los colistas del crecimiento y cuando la recesión, y contra pronósticos oficiales y oficiosos, aparecemos entre los campeones de decrecimiento: entre 2008 y 2012 nuestro PIB cayó a un promedio del 2,1% anual frente al 1,3% nacional. Sólo por detrás, y por poco, de Castilla-La Mancha y Valencia. En el mismo periodo, España perdió el 17% de sus ocupados; Asturias el 18%, 80.000 empleos. Sólo nos superan las regiones mediterráneas y Castilla-La Mancha, con caídas del 18 al 20%. Para 2013, las perspectivas no parecen favorables. Un dato: las exportaciones españolas crecieron un 9% durante el primer semestre; las asturianas menguaron un 7%.
Parece evidente que el camino elegido por los asturianos durante los últimos 30 o 40 años no es el más adecuado. De la impresión de que hemos centrado la estrategia regional en la captura de rentas externas, de cualquier fuente y con cualquier excusa, para escamotear la declinante realidad. El resultado ha sido un éxito: Asturias es una de las regiones con más rentas transferidas. Si no la que más. Asunto distinto es el resultado práctico de esa estrategia.
Miremos hacia Europa y el resto de España. La resiliencia a la crisis de potencias industriales y exportadoras como Alemania u Holanda se replica, excluyendo las insularidades canaria, balear y madrileña, a escala nacional. Las regiones que mejor han capeado la crisis son las más industrializadas –País Vasco, Navarra- o las más exportadoras –de nuevo País Vasco y Navarra, más Galicia y, con matices, Cataluña. También aquellas con un sector agroalimentario potente: Galicia y Castilla-León, quizá La Rioja. Sorprende cómo el País Vasco ha levantado o mantenido una potente industria electrónica y de maquinaria (decuplicando la astur) comparable ya a su metalurgia. O Galicia y Castilla y León notables y competitivos sectores agroalimentarios (el galaico cuadruplica el nuestro, el castellano lo octuplica) y de material de transporte. Asturias no ha construido nada de todo eso. Al contrario, seguimos apoyándonos en una industria básica, tradicional, con frecuencia altamente contaminante y/o mantenida por motivos políticos o sociales. Quizá todo ello nos dé alguna pista sobre qué nos pasa, qué nos puede pasar y qué hacer. Seguiremos.