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Rafael Fernández Tomás

Reflexiones de Belarmino

Se hizo justicia en el Lauredal…….

Es un orgullo vivir en el Oeste de Gijón,barrio obrero por excelencia.

Poco conecedor de la historia de la ciudad me llamaba la atención como Jove estaba en esta zona siendo el  que fundó un hombre tan importante como aquel, y que me encontrase con que las clases acomodadas vivían al otro extremo hasta que un día entendí algo. LOS VIENTOS y el desarrollo industrial.

Las clases acomodadas se alejaban de donde los vientos no les llegasen con la suciedad que la ciudad en su proceso de industrialización iba a crear, y se fueron a Somió, a Viesques,etc.

Ha sido para mi vivir en la zona obrera de Gijón en La Calzada.Aunque fue por casualidad, me he sentido feliz de vivir el el oeste, pese a la contaminación,por que me he sentido en mi barrio de mi clase de origen.

Y ahí conocí el Parque de El Lauredal.Que belleza, pulmón verde de esta zona,poco utilizado, pero para  mi amigo intimo desde hace 8 años que retorné.Todos los días lo he recorrido, por hacer o ejerció, por saborear la naturaleza o por meditar ante la Araucaria tan hermosa a cuya sobra en el banco he razonado tantas y tantas cosas.

Parece un campo de Golf.

Impecable, veía todos los días a unas hormiguitas que cuidaban ese parque y lo tenían en esas condiciones.Con su uniforme inconfundible, desde muy temprano realizaban su trabajo, cuidando el prado, las flores, los árboles y, al final de la jornada los veía entrar a unos tristes vestuarios de lámina, de donde salían,cumplido su trabajo a dirigirse con sus familias.

Mujeres, hombres, un día descubrí a un hombre con una hermosa cabellera totalmente blanca y otro día a un mujer de cabello blanco y al acercarme a ella y felicitarla me aclaró que era el tinte, hasta que un día vi al paisano de aquella cabellera: era real su cabello,desde pequeño así había sido así,  y yo le tenía envidia por que quisiera tener el cabello plateado a mis 76 años, pero no me salen.Y así entronque con aquellos trabajadores.

Un día en la zona Oeste empezaron a reconstruir una casa creo que la del dueño de aquella propiedad que le compró el ayuntamiento, y un amigo venezolano que se había dedicado a hacer hornos crematorios, y así hizo su fortuna, antes que un accidente geográfico lo hiciese regresar a España, le había hablado al hijo para que viniese y se pudiese ofertar los hornos crematorios de ese que iba a ser un tanatorio.

A Pedro que me unía una buena amistad, le dije al enterarme que allí se iba a instalar un tanatorio, que me iba y los vecinos nos íbamos a oponer con todo.Ya suficiente contaminación nos llegaba de Aboño, de Veriña, para que nos contaminasen los humos donde terminarían desapareciendo los vecinos. Por fortuna, se instaló el Tanatorio y los hornos se construyeron fuera.

¿ Pero que hacía una expresión de la muerte en un parque como el Lauredal que era el símbolo de la vida?. Pero se construyó y ni hablar.

Ahora se pasan en los centros de la tercera edad repartiendo propaganda, de la belleza de aquel lugar para lograr nuevos clientes.Me acordaba tanto de Teodoro Cesarman, el cardiologo de los Presidentes en México, que al morir tenía 30,000 expedientes, que a los judíos le cobraban 500 euros por consulta y estudios, pero al elevadorista del edificio, lo acompañaba a la puerta y le decía a su personal” NC”(no cobrar).Aquel extraordinario hombre,por fortuna mi amigo,o yo de él,un día a las 11 de la mañana falleció, pidió que se guardase la noticia y hasta que estuvo enterrado en el Cementerio judío de la ciudad, los noticieros del país decían “Hoy ha muerto el gran Doctor,eminente cardiologo Teodoro Cessarman”, que nos impactó ,pero que nadie pudo despedir.

Bueno Teodoro en su sabiduría me dijo un día(todos los viernes comíamos con varios amigos más), ” Fernández la muerte no existe. Existe para los de nuestro alrededor”.Gran sabiduría, que los del Tanatorio explotan en su beneficio haciendo tours por aquella tan bella residencia……..

Meses más tarde y en otro rincón del parque se iniciaba, en total sigilo otra obra, y cuando uno preguntaba que era, el silencio total,con miedo de los hombres que hacían la obra, permitían suponer otra puñalada al parque.

Hasta que un día hablando con los compañeros que cuidan el parque me dijeron, que no, QUE IBAN A SER SUS NUEVOS VESTUARIOS Y BAÑOS PÚBLICOS PARA LOS PAISANOS. Una bella obra, donde ese colectivo causante de mantener la belleza de ese enorme jardín, va a tener por fin un sitio decente para sus vestuarios,donde guardar sus herramientas de trabajo y les prometí que iba a dedicar mi modesto blog para comentarlo.

Es tan hermoso, está tan lleno de vida que a las seis de la mañana que empiezo mis actividades, al asomarme al balcón y observar que estaba vivo, y que tenía un día para vivir, veía a las palomas, a los pajarillos y a gaviotas revoloteando por el parque.Un espectáculo tan bello.La naturaleza en pleno me daba la bienvenida.

¿ Y en donde?. En el pulmón verde del Oeste este parque es un refugio contra los aires contaminantes.

En el Ateneo de La Calzada, donde utilizo sus ordenadores para escribir, o tengo la música de Mozart, de Beethoven, de Bach, y las mejores peliculas de autor con las que me nutro diariamente tan sólo presentando la gratísima tarjeta ciudadana, observé la exposición hace un par de semanas de la historia del Gijón Oeste.

Hace un día, sereno, en mi banquillo frente a la Araucaria impresionante y bella, al alzar la cabeza, no me lo creía; me estaban cubriendo racimos y racimos de uvas verdes.Los hojas de aquel árbol,con el sentido del sol, me sentí cobijado de enormes cantidades de uvas verdes, y otro día en la búsqueda de ese placer, me encontré que aquel árbol paralelo a la Araucaria, tenía las hojas de la Bandera de Canadá, ¿hacia Canadá,acordándome de mi amiga Jimena Villarias, que reside ahora en Vancouver en un pueblo de 3,000 habitantes?

Pues es árbol es un Arce, como Eucaliptos, Laureles, Palmeras y tantas y tantas variedades que no conozco su nombre pero que día a día disfruto ya a las 7 de la mañana o al atardecer. Es tal, para mi, la belleza de ese marco que ha desplazado al mar en mis paseos diarios.

La Calzada, donde vivo, es un barrio particular. Es como un pueblo donde hay de todo,al grado que si alguien tienen que salir a buscar algo, se dice tengo que ir a Gijón, cuando estamos en Gijón, ciudad de la que me he enamorado, con su belleza y sus gentes y con menos de 300,000 personas.

Para que ciudades más grandes.

Soy pues, un orgulloso habitante de la Zona Oeste de Gijón, orgullosa de su pasado y tengo la suerte de vivir en los Apartamentos Gijón, en un apartamento frente al parque, donde alguna vez algún periodista, después de una entrevista, me había dicho que había vivido los últimos años de su vida hasta la muerte nada menos que “el paisano” Horacio Fernández Inguanzo, me dijo que puerta con puerta,frente a la mía, o yo la de él, había vivido  Fernandez Inguanzo, al que por fortuna conocí en vida a través de mi padre.

Terminando de hacer estas líneas, iré por supuesto, hoy más tarde que de costumbre, a contagiarme la la madre naturaleza en el Parque del Lauredal.Por ahí entra la vida todos los días a mis pulmones y a mi vista.

 

 

 

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