Aquella mañana, citados por el nuevo Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Cuauhtemoc Cárdenas, nos reuníamos 67 personas.Serían los responsables, por primera vez en 40 años,sin el PRI, en gobernar esa ciudad de cerca de 10 millones de habitantes, bajo la atenta mirada del Popocatepetl y del Ixtlacihuatl.
Cincuenta de ellos llevarían la responsabilidad del gobierno central y 17 serían los hombres de confianza de Cuauhtemoc, en las 17 delegaciones, los que operarían el proyecto, debajo de los Delegados extraídos de la sociedad civil, eran los Subdelegados Jurídicos y de Gobierno.
Cuauhtemoc fue claro.” A partir de las 12 horas de hoy, por primera vez en 40 años, nos corresponde a nosotros gobernar esta gran ciudad, Ahí se las encargo”.(gulp).
Con Enrique Filloy, un joven numero dos del Morado, tomamos el metro y nos dirigimos hasta aquella Delegación de origen indígena, donde habitaban 750,000 habitantes de clase media baja,donde se encontraba la segunda colonia más peligrosa de la ciudad , la Agrícola Oriental.
Y de pronto, el nieto de Belarmino, se encontraba, por casualidad, a 10,000 kilómetros de Sama, ante el reto de gobernar esa parte de la ciudad, llamada Iztacalco. Sin experiencia ninguna y sin haberlo buscado.
Eso de que Cuahutemoc, “les encargara” esa delegación él lo tomó tan en serio, que no salió de ella en tres años, más que para las reuniones con el Secretario de Seguridad Publica cada miércoles con los mandos mas altos de la policía, y con el Fiscal de la ciudad, a desayunar todos los martes.
Sin ir a Mérida, a su casa, eran sus hijas y su esposa, los que venían a la ciudad a los conciertos de los Rolling Stones, o a la mayor misa de la historia de la Iglesia Católica,en ese momento, en un sólo lugar con 3,500,000 millones de asistentes, en la Magdalena Mixhuca.
Así empezarían tres años.
Allí entendería los genes de Belarmino.