Vi la foto hoy. Rodeado por sus hijas y sus nietos, Juan Carlos I, lucía avejentado en Abu Dabi. Pero, como me pasa con Felipe nunca olvido a quien fue atento conmigo, y eso me lleva a la primera entrega de los Premios Principe de Asturias allá por 1980, donde invitados estabamos los tres hijos de Pura y Rafael.
Hacía un año que lo había conocido en una comida tras el acto de Covadonga donde nombraron al hijo con sus 12 años Príncipe de Asturias, en una comida campestre entre Covadonga y Oviedo, y donde, de frente, como lo muestra la fotografía, me acerque a saludarlo a la salida: Mirándonos a los ojos, el descendiente de Alfonso XIII y yo de Belarmino, minero de Sama, al felicitarlo: “Yo fui uno de los que pensó que usted iba a durar poco”.Conocía a presidentes pero no a un rey, y observé, como alto y delgado, al escuchar aquellas palabras, se volvió más alto y nuestras miradas se mantenían”.Al salir pensé,como ha sido siempre me vida, que quizás me había pasado, pero al subir al auto, mi padre me dijo: ” le caíste bien al rey”.
Al año , traje de México un bello libro sobre los Mayas, “para el rey “.Era un viernes, pero a la hora de la comida, con mi esposa, imposible. Estábamos todos sentados cuando llegaron ellos al Reconquista con mis padres.Nosotros sentados con un matrimonio de militares y una pareja que no conocíamos que era la Duquesa de Alba y el marido jesuita de aquella época.
En el Campoamor, otro tanto. Estábamos en un palco los hijos de Pura y Rafael, y la reina con mi madre en otro enfrente,, mientras aquel muchacho, con su padre, Masaveu y mi padre, dió su primer discurso, donde los nervios lo traicionaron e hizo un pequeño alto, normal por su edad, pero que todos lo vimos bien.
Sólo quedaba, la recepción para 1,000 personas en el Reconquista a las 9 de la noche y al acercarnos, Juan Carlos I, salía precipitadamente creo que por un intento de coroneles. ” Chin, se me va el rey”, me dije a mi mismo ,y me acerqué al estilo mexicano, y le grité : ” Juan Carlos”,así seco, le entregue mi carta pidiéndole una audiencia, ministros los miembros de su seguridad, ante tal imprudencia, me llevaron hasta una de las columnas.Dentro, al comentar a mis padres y amigos lo que había pasado se rieron de mi, y recuerdo una frase que ha sido tónica de mi vida: ” Es cierto el 95 % es que ni caso, pero de todo el único que tiene el 5 % soy yo”.
El lunes estaba con mi madre bebiendo un blanco caliente,en el bar Niza, cuna de los socialistas con mi madre, cuando me llaman por teléfono. Era Lizbeth, mi esposa(“primor mexicano, vestida de blanco con antecedentes andaluces y pómulos mayas” había dicho la prensa asturiana”): ” Te llegó este telegrama”, le pedí que me lo leyese y lo conservo en la memoria tal cual:”Su majestad Juan Carlos I, lo recibe el miércoles(en 10 días) en el Palacio de la Zarzuela, camino a El Pardo, desviación Somontes a las ocho menos cuarto”.
Ese día estaba en Madrid, y a las seis y cuarto salí del hotel, cruce aquella avenida del antiguo Madrid, me senté, pedí un güisqui , y en una servilleta escribí lo que le iba a decir. Pero salí, lloviendo, a las siete menos diez y no había taxis, ante mi angustia.Y nada, hasta que paró uno, me subí con mi gabardina Bourbory y mi libro. ” Por favor lleveme al Palacio de la Zarzuela, que tengo una cita con el rey, allí me espera y luego me lleva a El País”(a una cita con José Luis Cebrían).
Ya tranquilo me acomodé en el taxi. Pero observé que aquel hombre sólo daba vueltas por el Madrid de los Austrias, y de de repente me dice: ” Ya llegamos”: Teatro de la Zarzuela.
No me había creido, ” un chalado que me dice que lo lleve a ver al rey….”.Me enfureció, y le dije” señor le dije que voy al Palacio de la Zarzuela,…”Mi sequedad lo sacó de la zona, enfilamos a Ciudad Universitaria, y de ahí al Palacio de El Pardo……hasta que a los ocho menos veinticinco llegamos: “Uff, vi la casita allí me checaron la cita y me dijeron pase usted”.
Bueno, ya estaba, pero no sabía que El Palacio estaba en medio de un bosque, y el auto avanzaba y nada, ni una luz ni nada, hasta que a las ocho menos cuarto llegamos·
No parecía ostentoso, mas bien una residencia como las que conocía de los ricos mexicanos. Me revisaron el libro, deje la gabardina y un ujier, chaqueta blanca, cabello cano, profesional me dice que lo siguiera.Y eso hice; subí las escaleras, tapizada con un gris oscuro, y me dejaron en una oficina sólo.(Mis amigos diplomáticos me decían que el rey recibía abajo, y el hombre me recibía en su despacho personal).
Y allí, en esa oficina, sólo y mi alma, por primera vez, me dije: ” Y yo que hago aquí, que le voy a decir a este hombre sobre lo que pasa en México”, ese miedo me duró 30 segundos, hasta que de la otra puerta un militar me dice, “Señor Fernandez, pase por aquí”, cruzamos y metros más adelante había unos militares trabajando, 3 o 4. De pronto, ante la alta puerta de color gris, aquel militar, anuncia al rey: ” Su Majestad, el señor Fernandez Tomás”.
El Jefe del Estado, amable, me saludó y e invitó a sentarme en una mesa circular pequeña a la entrada, mientras el contestaba el teléfono. Allí estaba el nieto de Belramino. Observaba, al fondo la mesa del rey, encima un tapiz con el símbolo de la corona, a la izquierda unas vidrieras con cortinas color rojo obscuro y del derecho, unas estanterías de una biblioteca donde destacaban tres veleros de plata.
Mi padre me había dicho: “El rey te da 15 minutos, y se levanta, lo que significa que ahí termina la reunión”. Pensaba en ello cuando aquel hombre, si yo tenía 40 el tendría 43, se sentó a mi lado.
Yo soy un hombre que quiere mucho a tu padre, yo me disculpé por la forma como me había acercado pero, le expliqué en México no tenemos tradición monárquica.
Y empezó la platica, yo le dije lo que pasaría en México, el me hablaba de cosas de España, y no se levantaba, y la conversación seguía, con temas que nunca a nadie he contado ni contaré, y habiendo empatia, el no se levantaba y seguimos conversando, hasta que un militar, toca la puerta y dice: ” Es que el Ministro….”.
Me levante, le di el libro el lo observó, y me despide: ” Rafael, esta ha sido una conversación de hijo de exiliado a hijo de exiliado: Yo nací en Roma y tu en México”.
Lo agradecí….
Al bajar, vi la hora: Nueve y diez minutos. Había estado una hora y veinte con el Rey de España, el Jefe del Estado.Tomé con gabardina y salí.
Mis pulmones se oxigenaron,y pensé lo que se puede hacer cuando sólo se tiene un 5 % de posibilidades, que ha sido tónica de toda mi vida.
Aquel taxista, casi querían “bolearme los zapatos”. Este señor ha de ser muy importante. Casi hora y media con el Rey….., debió de pensar…
Por supuesto, a Cebrían nunca lo visité y fue a casa de Agripino y Maria Luisa a tomarme unos buenos güisquis.
No había sido una noche cualquiera.
Yo no puedo olvidar la actitud de aquel hombre conmigo, por mas que, como con Felipe, la vida nos llevó, casi de la misa camada, por lugares tan diferentes.