Había pasada, implacable la Gran Depresión de 1929; la miseria recorrería el mundo; los banqueros en Wall Street se tiraban por los balcones y las estructuraras político y social empezaban a debilitarse. Darían paso a ilusiones, pero, como replica también a los fascismos, cuando el pueblo español, en un día como hoy, un 12 de abril de 1931 va a las urnas a una elecciones municipales.
Y al final del día, el gobierno y el rey, saben que en 42 de las 50 capitales de provincia y las ciudades han ganado los republicanos. Alfonso XIII sabe que es su fin.
Dos días después, aquel rey, delgado con el bigote para cubrirle una deficiencia en el labio, a las 9 de la noche de sale por la puerta atrás de Palacio Real, por una puerta secreta que daba al Campo del Moro, aledaño de la Casa de Campo, y abandona el país saliendo hacia Cartagena, donde el buque Principe de Asturias se lo lleva a Marsella y de ahí a Roma.
Las multitudes estaban en España en las calles esperando el desenlace, y cuando aparece en el balcón Niceto Alcalá Zamora y Manuel Azaña, y proclaman las II Republica Española se abre la esperanza para millones que tendrán oportunidad de ocurrir a las urnas en julio de 1934, donde por aplastante mayoría los republicanos conquistaban , fuertemente fraccionados los republicanos de muy diverso perfil.
El paso de la MONARQUÍA A LA REPÚBLICA SIN UN SOLO MUERTO, fue visto por el mundo como un ejemplo de España al mundo.
Ese mundo sería testigo de ese inicio, de aquella Constitución de 1931, que incorporaba los Derechos Sociales aunados a las garantías individuales que se tomó de la Constitución de 1917 de México, la primera del siglo XX, de la fragmentación de España, de la lucha contra TODOS LOS PODERES FACTICOS, sin tener una estructura politica y sindical fuerte para enfrentarla.
También el mundo sería testigo de lo sucedido entre 1931 y 1939 y de su resultado.
Hoy recordamos aquella elecciones municipales, que tiraron a un Monarca y abrieron paso a un Republica y la ilusión en las calles, entre millones de españoles.
En Asturias, en Sama de Langreo ,Belarmino recordaba , como aquel 14 de abril, tras que la familia descansaba agitada, el caminaba en silencio en el parque El dorado a un costado del Nalón, recordando a un gran hombre, que había muerto y que se merecía vivir aquella alegría: MANUEL LLANEZA.