Algo había aprendido, mucho diría yo,de aquel amigo sevillano, que se materializó en Iztacalco. Al llegar la Delegada, máxima autoridad, una Magistrada, que iba a hacer gimnasia en la mañana,llegaba a la una de la tarde,con su equipo, preparada, a lo antiguo a quedarse con su delegación pero le estorbaba el tal Fernández, cuando vio que no podía, empezó a delegar funciones, entre ello el Mando de la Policía, y ya entrada en razones, había jueves que me llamaba, Rafael”te encargo la Delegación: Me voy a los toros en Madrid en la feria de las Ventas”.
Por supuesto la frase en La Moncloa de Felipe, no la olvidé: “Rafael, en política, los puestos no se piden, se ocupan “, y por supuesto yo ocupé todos los espacios, en especial el mando de la policía: 1,350 efectivos, 126 patrullas, 58 caballos y 100 cuadrimotos.
Establecí una oficina junto a la mía, busque un teléfono pegajoso, lo distribuí por toda la delegación y de acuerdo con Pablo López Jaramillo, el Jefe de la Policia, esplendido policia, dije: ” A los 10 minutos máximo de que usted llame, si están en peligro, una patrulla estará con usted”.
Cite a las 12 de la noche a varios periodistas, y les dije:”Llamen a este teléfono y digan que los están asaltando”. Excepticos llamaron y, en 6 minutos ya había 3 patrullas allí.No era un montaje, tan sólo haber puesto en esa oficinita, juntas a la telefonista que recibía los pedidos de ayuda, y detrás de ella, estaba la mujer que mandaba la información a toda la policía.
Con la policía totalmente con uno, incondicionales, era más facil gobernar.
Y así lo fue durante tres años.