La foto es de sobra conocida: se trata del ciudadano rumano que se quemó a lo bonzo en Castellón. Su historia, como muchas otras, se repite a diario hasta la saciedad. Vivía en su país, donde, bajo la promesa de un futuro mejor, se embarcó en una aventura que prometía prosperidad sinfín para los suyos. […]
La foto es de sobra conocida: se trata del ciudadano rumano que se quemó a lo bonzo en Castellón. Su historia, como muchas otras, se repite a diario hasta la saciedad. Vivía en su país, donde, bajo la promesa de un futuro mejor, se embarcó en una aventura que prometía prosperidad sinfín para los suyos. Sin embargo, presa de la desolación al ver que ni siquiera podía alimentar a su familia, tomó tan drástica decisión. Con más del 70 por ciento de su cuerpo quemado, quedó internado en un hospital con escasas posibilidades de recuperación. Su familia, ahora sí, fue atendida por las autoridades que les proporcionaron una vivienda de acogida y algún que otro dinero para sobrevivir. En estas estábamos, cuando, hace pocos días, nos enteramos que falleció. Al preguntar por los familiares estos habían regresado a Rumania con el dinero recaudado. Lo cual, ciertamente, resulta sorprendente. Parece ser que, para repatriar su cuerpo, se necesitan 4.000 euros. Puede que, según últimas noticias, el dinero aparezca pero, desgraciadamente, el hombre murió solo. Sin mayor compañía que una mesilla de hospital. Los pobres, según dicen los Evangelios, entrarán en el reino de los cielos antes que los ricos, sí, pero, ¡qué canutas las pasan antes!