Como habrán podido observar últimamente, mientras el desempleo a nivel español va creciendo como consecuencia de la desaceleración económica, en Asturias no ocurre lo mismo. Más bien, según los últimos datos que conocimos, el paro bajó en un 2,23%, lo cual, contrasta claramente con las cifras del Estado donde subió el 11,57%. Y, puestos a comentar, hay quien piensa incluso que estamos poco menos que ante todo un milagro económico, o que la famosa concertación social obra este tipo de cosas, o que, simplemente, somos una economía muy sólida y nos pasamos por el forro las cosas de la globalización. Pues bien, nada de eso. Pretendo arrojarles un poco de luz sobre el porqué nuestras cifras son mejores ahora que las de los demás, ya que, en su día, cuando el paro disminuía en toda España, también tardamos más en adaptarnos a una coyuntura favorable como la que se ha dado.
Miren ustedes, nosotros no estamos expuestos a una economía de libre mercado tal y como sucede en otros lugares. Es decir, la simple mecánica del mercado no sirve para explicar las grandes cifras de nuestra economía. Si pensamos que más de un tercio de la población se encuentra subsidiada (hablo de las prejubilaciones), junto a que tenemos una de las poblaciones más envejecidas de España (por tanto, pensionada) y que, ciertos colectivos como por ejemplo el emigrante, tienen mucho menos peso aquí que en otros lugares; tendrán la receta mágica por la cual no estamos todavía en una caída del empleo. Y, ¿por qué me refiero especialmente a la escasez de emigrantes como una de las causas de que nuestro paro no suba? Bueno, pues, porque, desgraciadamente, son los primeros en sentir las crisis económicas en sus propias carnes. Observen sino el caso de Madrid, donde, el 92% nuevos parados, pertenecen precisamente al entorno de trabajadores llegado con la emigración. Por otra parte, se hace necesario mencionar también el arrastre que tiene en nuestro paraíso natural todo lo relacionado con la inversión pública. Esto es, las grandes infraestructuras que está construyendo el Estado (autovía del Cantábrico, El Musel, Hospital Central, AVE, etcétera) hacen en cierta manera de blindaje ante los vaivenes económicos. Si gran parte de nuestro empleo está ocupado en la obra pública, lógicamente, no tiene por qué sentir tan pronto los efectos de la recesión. Si, encima, tenemos una de las poblaciones activas más pequeñas de España, tampoco podemos decir que ante una desaceleración nuestro paro aumentará inmediatamente debido a que somos menos trabajando. En definitiva, si quieren explicar un poco el porqué de este ir a contracorriente piensen que es como si tu vas en tren y los demás en coche: mientras haya gasolina irán más rápido, pero cuando ésta se vaya acabando…
Hay quien sostiene, además, que el peso de la construcción dentro del PIB es menor que en otros lugares y, por tanto, estamos mejor preparados para afrontar la pérdida de puestos de trabajo que por ahí puedan llegar. Bien, siendo esto cierto (a nivel español su contribución casi dobló a la que aporta en Asturias) también debemos señalar que el mismo no fue nada baladí, siendo, junto con los servicios, el gran motor de nuestra economía durante estos años. Si tenemos en cuenta que en otros lugares el paro dentro del sector aumentó nada más ni nada menos que en un 30% debido a la caída en venta de inmuebles, lógicamente, tendremos que pensar que este “tsunami” tarde o temprano acabará afectándonos. Que, en definitiva, no tenemos la vacuna para evitar una crisis de semejante calibre que está arrastrando a casi todas las comunidades, aunque, éstas, claro está, se encuentren metidas de lleno en el monocultivo del ladrillo. Estamos, pues, viviendo un pequeño espejismo que en pocos meses cambiará. Así que…