Según se cuenta parece que Manuel Pizarro, fichaje estrella del Partido Popular para las pasadas elecciones, pretende renunciar a su escaño. Está harto, por lo visto, de que lo minusvaloren puesto que, su puesto natural, esto es, la portavocía económica, ha sido ocupado por Cristóbal Montoro. Al bueno de Pizarro le quedan, pues, dos opciones. Primera, ser un diputado gris de esos que aprietan el botón cuando se lo mandan o segunda, marcharse para la empresa privada donde, sin duda, se encuentra más cómodo. Todo indica que hará lo segundo y se marchará de la vida pública con un bagaje pobre porque no ha hecho nada y frustrante, pues se siente traicionado por quien lo fichó, a la postre, Mariano Rajoy.
Y es que lo de los fichajes estrella en política suele salir más veces mal que bien. Le pasó a Aznar quien, para enfrentarse a Bono en unas autonómicas de Castilla-La Mancha, fichó al hijo del ex presidente Suárez con un resultado parecido: acabó dejando el cargo y despotricando contra quien lo puso. Le pasó a González quien, en una de sus legislaturas, le dio por fichar al juez Baltasar Garzón que, como no podía ser de otra manera, terminó por abandonar la política bastante desencantado. Y es que, repito, los que militamos alguna vez en un partido sabemos de sobra que la política tiene siempre dos caras. Una interior de cara a tus militantes, y otra exterior que se relaciona más bien con la percepción de los votantes. Tan importante es la una como la otra y, normalmente, la fórmula del éxito, viene dada cuando ambas se combinan. Nadie cree que un político que no sea apoyado dentro de su propio partido -aunque gane elecciones y lo quiera mucho la gente- tenga mucho futuro. Ejemplos de esos los tenemos a doquier, piensen si no en el propio caso de Gallardón que gana comicios pero pierde congresos.
Pues bien, lo que les falta a los fichas estrella es precisamente eso, militancia de base. Conocer a su propio partido por dentro y saber cuáles son los movimientos telúricos que en él se dan. Esto es, las ambiciones, los intríngulis, las peculiaridades que cada organización tiene dentro de sí. Normalmente, desde la militancia, a los fichajes estrella se les mira mal (ojo, no ocurre así con el electorado que a veces los puede considerar semidioses). Muchos piensan que se han saltado demasiados pasos para llegar a lo más alto y, suscitan, por tanto, recelos, envidias y muchas otras cosas inherentes a la propia condición humana. El resultado, en fin, ya lo ven, se van por donde han venido dejando un amargo sabor de boca.