El delegado del Gobierno en nuestra comunidad, Antonio Trevín, ha propuesto «encauzar los problemas» derivados del consumo de alcohol en las zonas públicas mediante su regulación. Pretende así que Asturias se una al conjunto de comunidades que tienen legislación sobre la materia, erradicando con ello las conductas vandálicas. Bien, para legislar sobre algo, digo yo, lo primero es conocerlo. Para mí el «botellón» es algo más que el mero consumo de alcohol en la calle, ya que, si no, todos lo hubiésemos practicado. Cuando estás en un establecimiento y sales con tu copa a la acera, ¿es eso acaso «botellón»? Pienso que no y, por tanto, creo, el nuevo evento de moda significa algo más. Es, entiendo, la reunión masificada y planificada de un conjunto de jóvenes con un único y exclusivo fin: beber. Por tanto, su filosofía no sólo no entra dentro de ninguna ley, sino que más bien se opone a casi todas. Cuando estamos hablando que en principio un simple fenómeno social (el reunirse con unos amigos), acaba degenerando en toda una serie de trastornos para la convivencia (peleas, destrozos, agresiones…); ¿cabe acaso alguna regulación de dichas conductas o simplemente combatirlas? ¿Dirá la futura ley en qué lugares se pueden practicar (llamémoslos «bebodromos» autorizados como en Andalucía o Extremadura) y en cuáles no? Asegura nuestro delegado gubernamental que «no se puede ir en contra de las tendencias sociales de ocio juvenil». Bien, si ahora como parece darse entre las jóvenes lo «fashion» es apuntarse a la anorexia, ¿la regulamos también?

Pero, es más, creo que las leyes nunca deben ir con las modas. Tienen, a mí juicio, que situarse por encima de ellas. Fíjense si no cuando un grupo de jóvenes -allá por los años sesenta- puso en boga el consumir marihuana como forma de socialización, ¿también debería de haberse regulado puesto que su consumo era habitual?