Normalmente, junto con la crisis económica viene también una política. Es decir, el sistema se ve afectado porque, al igual que quien se pone delante de un tren, acaba arrollado. Después del crack del 29 surgió la figura del Presidente americano Roosevelt y su «New Deal». El mismo planteaba la intervención directa del Estado en la economía como motor de la misma. La teoría, creada por el economista británico John Maynard Keynes, sirvió como modelo para superar Gran Depresión de los años posteriores. De signo bien distinto fue lo que sucedió en Alemania. Después de la Primera Guerra Mundial, la economía alemana quedó completamente esquilmada por las altas indemnizaciones pactadas en el Tratado de Versalles. De ahí también surgió un líder y un plan que llegaron al poder gracias a la desesperación ciudadana. Su nombre: Adolf Hitler y el Nacional Socialismo.
A estos tiempos que nos toca vivir le falta todavía eso: ver un liderazgo sólido que aplique un nuevo modelo económico. Hasta ahora lo que tenemos son sólo parches. Esto es, medidas ad hoc para solucionar problemas en el sector bancario. Cuando ayer ser reunieron -tarde y con la unidad de acción rota, por cierto- los líderes europeos para intentar transmitir confianza, sólo lo hicieron parcialmente de cara a los mercados del dinero. Pero falta aún más. Después de que los bancos recuperen la calma toca afrontar una dura recesión. Es decir, muchos ciudadanos quedarán en paro, cerrarán multitud de empresas y, en general, el sistema económico se sumergirá en una profunda depresión. Y a esto, que yo sepa, nadie le ha puesto todavía remedio. No existe ningún modelo claro al cual agarrarse, puesto que, mientras unos quieren volver al Keynesiano de intervención, otros creen que el mercado volverá a rehacerse. Resumiendo: una crisis global como ésta necesita un nuevo modelo económico con el que afrontar el siglo XXI. Nada de soluciones a medias. Y a partir de ahí, volverá la confianza.