Como es lógico por estas fechas todo el mundo empieza a hacer cábalas sobre el año que viene. En general, salvo honrosas excepciones, prima el pesimismo. Es decir, la idea de que, para el 2009, habrá que apretar los dientes aún más. Cuando alguien me pregunta mi opinión, siempre digo lo mismo: será un año de Paro y Pufos. Dos “P” con mayúscula. Pues bien, de lo primero, del desempleo, poco más puedo añadir que no se sepa ya. En cambio, de lo segundo, de la morosidad, si es algo que veo que va crescendo. Que ya, prácticamente, en el mundo comercial, nadie se fía de nadie y surgen muchas dudas en cada operación. Por ejemplo, a la hora de alquilar un piso la gente exige más garantías que nunca, puesto que, a todas luces, temen que tengan que desahuciar al futuro inquilino. A nivel de empresa cuando a alguien le encargan un trabajo, se mira más la solidez del cliente preguntando a los bancos o, sin ir más lejos, informándose a través de personas de confianza. Pánico y precaución, pues, a verse arrastrado por un impagado.

Y es que, aunque la cifra ahora sea relativamente baja (algo más del 2,4 por ciento sobre la deuda), se espera que suba dramáticamente durante el 2009. Es más, si nos guiamos por la crisis del 93 ésta llegó al 9 por ciento, con lo cual, para el año que viene, se puede multiplicar la morosidad al menos en tres veces la actual. Y, lógicamente, la preocupación surge. Hasta tal punto que ayer, un diputado de CiU, preguntó a Zapatero en el Congreso por una futura reforma de la Ley de Morosidad para evitar reacciones en cadena. Esto es, que la empresa morosa quiebre y con ella todos sus proveedores. 2009, repito, año de Paro y Pufos. Con mayúscula…