Creo que uno de los pecados que no debe cometer un político es acercarse a la frivolidad. Siempre es una frontera a tener en cuenta. Al final, en política, se hace necesario utilizar el viejo aforismo romano sobre la mujer del César: no sólo serlo, sino también parecerlo. A mí las imágenes de la portavoz popular repanchingada sobre el parquet, la verdad, me dan igual. Ni fu ni fa, diría yo. Sin embargo, han levantado, como no podía ser de otra manera, multitud de opiniones de todo tipo. Hay quien ve en ello «el derecho a ser mujer» de la portavoz. Sinceramente, la consideraríamos igualmente femenina si saliese con su traje de siempre para ir al Congreso. Hay quien lo ve mal, porque, lógicamente, no tiene la figura de una «top-model» y casi parece un ejercicio de travestismo. Bueno, todo el mundo tiene derecho a hacerse una foto, no sólo los que siempre salen guapos.
En resumen, creo que Soraya Sáenz de Santamaría no ha ganado nada con el posado y se ha situado demasiado cerca de esa línea roja de la que antes les hablaba: la de la frivolidad. Siempre cabe, no obstante, considerar si esas mismas criticas hubiesen surgido en una sesión fotográfica realizada por un político varón. A mí, por lo menos, me parecería igualmente equivocado (que no mal, insisto).