La verdad, hacía tiempo que no veía unas imágenes que me llamaran tanto la atención. El hecho de que, Emilio González, un vecino de Lazcano, respondiese a un atentado atacando una «herriko taberna» es algo inusual. Por lo menos yo, no recuerdo haberlo visto. Lo normal, cuando se ataca una sede de algún partido político y con ello las propiedades anejas, es que reine la resignación. El «qué se va a hacer» como tónica predominante. En la bomba que estalló el lunes en la sede del PSE en plena campaña electoral, parecía que se seguiría el mismo guión. Esto es, declaraciones de condena, manifestaciones y silencio en general de todos los afectados por, entre otras cosas, miedo. Pero esta vez algo quebró el ritual. Emilio cogió una maza y se fue a por quienes apoyaron que su casa quedase destrozada. De forma directa y sin pensárselo mucho. Vean si no el vídeo y observen la conversación que tiene lugar.
Si algo diferencia al conflicto de Irlanda (tan querida por los etarras, por cierto) del de Euskadi, es precisamente esto: aquí las víctimas jamás se defendieron. De haberlo hecho, de haber seguido el ejemplo de Emilio los miles de afectados por tantos años de violencia, probablemente estaríamos hablando de otra cosa. Quizá de una guerra civil en toda regla. Las víctimas en el País Vasco llevaron su dolor de forma callada y, en alguna ocasión, con grandes dosis de incomprensión a sus espaldas. He ahí la diferencia.