A mí el que un alcalde, en concreto de Alcaucín, haya permitido durante una década más de 20.000 viviendas ilegales tampoco me sorprende. Es una prueba más de lo laxos que fueron los controles, urbanísticos y judiciales, durante el «boom» inmobiliario. Que los habitantes de una localidad de apenas 2.800 habitantes no lo supieran, ya lo pongo más en duda. De hecho, doy por sentado que se conocía de sobra la trama de corrupción que vendía edificaciones en suelo no urbanizable a ingleses, pero, claro, bajo el obsceno argumento de que daba trabajo para los de pueblo, se beneficiaron todos. En las imágenes de la detención de «el Patillas» (ver vídeo) aquello parecía un movimiento de apoyo a un nuevo Robin Hood. Cuando le encontraron más de 160.000 euros debajo del colchón un señor exculpándolo dijo, «cada uno puede guardar su dinero donde quiera». Cuando era más que evidente que él, junto con un arquitecto y otro empresario, se dedicó desde los años noventa a colonizar un paisaje natural como la sierra de Axarquía, otros vecinos decían: «Ay, no sé, es que cantaba tan bien y era tan bueno».

En fin, como comprenderán, nadie puede aguantar 20 años en un cargo bajo sospecha. Salvo, eso sí, que reine un silencio cómplice porque a todo el mundo le interesa dicha situación. José Manuel Martín ya duerme en la cárcel de Alahurín de la Torre (esa especie de templo de la corrupción urbanística), quedando pues, demostrado, que la corrupción también tiene su cómplices.