En el caso Gürtel -la trama de corrupción investigada por el juez Garzón- parece que sale a la luz la miseria que a veces reina dentro de los partidos políticos. Hay gente implicada que comenzó colocando las sillas en los mítines (literal), para luego adueñarse de la estructura del PP y hacer de éste su finca particular. Algo así como gusanos que se adentran en la manzana. Significativo es el caso de Correa, presunto cerebro de esta trama, quien campaba por el partido a sus anchas hasta el 2004. De sus manos, más bien de su chequera, salieron todo tipo de dádivas hacia cargos del partido haciendo de estos casi sus empleados. Vean si no, por ejemplo, el caso de Jesús Sepúlveda, ex alcalde de Pozuelo, que en el 99 recibió un coche de lujo por parte de Correa y ahora dice que éste lo hizo para poder deducir fiscalmente, que se lo cambió por otro coche, que se lo pago a plazos… Pregunto, ¿puede un cargo importante de un partido -Sepúlveda era secretario electoral del PP en aquella época- brindarse a semejantes trapicheos?

Lo demás, ya lo saben. La trama se dedicó a extender sus tentáculos por Madrid y Valencia en lo que se ha denominado «El clan de la boda de Agag». Y es que allí, en la boda de la hija del ex presidente Aznar, se dieron cita gran parte de los imputados. Todos, eso sí, cortados con el mismo patrón: desconocidos para el gran público, pero relevantes en la estructura del partido.