Ayer, el Gobierno dijo que llevaría al Congreso una nueva Ley Audiovisual. La misma, según palabras de Zapatero, reducirá drásticamente la publicidad en TVE. Cosa, por cierto, que era el sueño de todos los operadores televisivos privados. Si, como es lógico, la tarta publicitaria se reparte entre menos cadenas, siempre tocará a más entre las que queden; digo yo. Por tanto, podemos interpretar la nueva ley como un guiño (yo diría ayuda) hacia un sector que está pasando su particular vía crucis por la falta de ingresos. Pero, también, tenemos que pensar cuándo y cómo tiene que afrontarse dicha medida porque la cuestión no es en absoluto baladí. Vean si no.
En Francia, por ejemplo, se han dado un plazo de 3 años para eliminar la publicidad de su cadena pública. Para pagarlo, las cadenas privadas deben ceder un 3 por ciento de sus ingresos publicitarios, además de contar con un impopular impuesto sobre la televisión (116 euros anuales). Aquí, de momento, nada se sabe del asunto. Vía presupuestos, o sea, impuestos, será difícil de financiar teniendo en cuenta el marco en el que estamos. Los déficit de TVE oscilaron entre los 800 millones del 2006 y los 71 del 2008, como comprenderán, si encima ahora le quitamos los ingresos publicitarios (500 millones de euros), ¿a cuánto puede llegar el agujero?