Tragar. Sin duda, la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado dará múltiples dolores de cabeza al Gobierno. Ayer, sin ir más lejos, vimos una prueba de ello. En contra de lo que había dicho Zapatero -no subiremos los impuestos– aceptó un acuerdo con IU-ICV para incrementar la presión fiscal. En concreto, eran varias medidas (retocar la subvención de 2.500 euros por hijo nacido o los 400 euros de deducción) pero la principal se traducía en subir los tipos impositivos a las rentas más altas. Cosa que, de haberse producido, hubiera traído más de un problema al Gobierno. Porque, recuerden, la teoría fiscal dice que subir impuestos en ciertos tramos no significa más recaudación. Al contrario, puede que se dé una bajada puesto que los mecanismos de evasión e ingeniería impositiva suelen multiplicarse. Por tanto, lo que veríamos sería una auténtica fuga de capitales si ese 43 por ciento que ya pagan, pasa, como en la época de González, a un 52. Todo esto era por la mañana…

Y escupir. Pero por la tarde la cosa cambió. Rompió el pacto anteriormente citado para arrimarse a CIU. Dejó, de momento, a los ricos tranquilos para tratar de lograr el apoyo de los 10 parlamentarios del grupo catalán. Y es que, no olvidemos, lo que se juega Zapatero en el envite es mucho. De no sacar adelante las cuentas para el 2010, estaríamos quizá ante el peor escenario posible para el Gobierno. Algo que sonaría a elecciones anticipadas porque la situación sería insostenible.