El «caso Bárcenas» sigue enrocándose hasta ya no saber muy bien quién tiene la sartén por el mango, a la postre, si el partido o el propio tesorero. Ayer, Esperanza Aguirre, salió al paso del runrún del fin de semana según el cual, Bárcenas, disponía de información delicada de varias personas del Partido Popular y podría utilizarla. «Le pido de rodillas», dijo, «que toda la información que tenga sobre mí la haga pública cuanto antes». Y es que, si me permiten el símil, esto parece un ligero dolor de estómago que va creciendo hasta convertirse en úlcera sangrante. Todo bajo la inacción del médico -supongo que Rajoy- quién debería de tener clara la enfermedad y su remedio. Sin embargo, el tiempo pasa, la situación del tesorero es más comprometida; y parece que se está esperando al suplicatorio del Tribunal Supremo para lavarse la manos y así evitar pedirle su dimisión (encima transitoria, dicen).

Por tanto, la cuestión está en que es como si Bárcenas hubiera secuestrado al PP. Hoy por hoy uno tiene la sensación de que el tesorero sabe cosas increíbles y, a lo mejor, digo yo, no es en absoluto así. No sé, pero la situación es tan insostenible que ya es el «culebrón» político del verano. Secuestrador y rehenes salen todos los días en la prensa con algo nuevo y, si quieren, peor.