La verdad es que tampoco sabemos a ciencia cierta cuáles son las intenciones reales del protagonista. Como suele ser habitual en él: dice pero no aclara, se mueve entre ambigüedades, devuelve la esperanza a sus fieles para agitarlos… No sé, el caso es que la vuelta del ex ministro traería implicaciones tanto para la política asturiana, como dentro de su propio partido. Vean si no. Unos comicios con Cascos como candidato tendrían bastante gancho para el electorado. Por lo menos, digo yo, no se moverían entre la atonía y el continuismo que hemos vivido hasta ahora. Francisco Álvarez-Cascos tiene partidarios y detractores a partes iguales, por tanto, sería de sumo interés ver cómo afronta la cita electoral del 2011. Ahora bien, al igual que le pasa a Armstrong en el Tour, puede que ya no suba tan bien las montañas, ni sea el primero en la contrarreloj. Es decir, que sus años de inactividad pasen factura, porque, no lo olvidemos, si Cascos se presenta es para ganar. Y si no lo ve claro, como en el 2007, no lo hará.
Por otra parte, la candidatura levantaría ampollas en el PP. Sería destrozar su propia estructura interna a nivel asturiano. Piensen que de su congreso salió un presidente -Ovidio Sánchez- que no tiene intención de presentarse y, por ello, la lista está abierta con muchas opciones. Si Cascos vuelve y es nombrado candidato por el dedo de Madrid, a más de uno le va a sentar fatal. Además, no con todos los sectores se lleva bien (véase Gijón) y, Don Francisco, no es hombre que se limite a presentarse sin controlar el partido.