Era inevitable -dada la sutil diferencia sobre la cual giraba todo el asunto-que la sentencia del “caso Gürtel” valenciano crease polémica. Es más, todavía no tenemos muy claro qué regalos puede aceptar un político y cuáles no. A la sazón: entiende uno que cuando son detalles sí, y si son regalos de cierta enjundia no. En todo caso, el tema de Camps y otros tres imputados según el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad valencia parece, de momento, resuelto: no hubo cohecho impropio por el acto de recibir unos trajes que, por lo visto hasta ahora, el Presidente valenciano nunca pagó. Lo cual, obviamente, da un balón de oxígeno, no sólo al propio Camps; sino también a Rajoy que era su mayor valedor.
Quedan, no obstante, algunas preguntas en el aire que convendría responder. Por ejemplo. Si una empresa fraudulenta factura 7 millones de euros (caso de Orange Market) y se dedica a repartir detalles (llamémoslos así) por entre toda la clase política, ¿no hay ninguna clase de influencia en sus decisiones? ¿Cuál es entonces el límite? ¿Por qué se fueron filtrando sucesivamente informaciones sobre toda la instrucción? ¿Es decisivo que uno de los magistrados, a la postre, el que salvó a Camps, sea amigo íntimo tal y como él contó?