El «número dos» de Fomento, Víctor Morlán, es un tío precavido. Vamos, de esa clase de personas que, no sé, nunca pasarían un semáforo en ámbar, o que siempre mirarían para ambos lados antes de cruzar una calle. A él, desde luego, los imprevistos no le cogen tan fácil. Es más, si fuese médico podría encontrarse en la siguiente situación ante una consulta. «Doctor Morlán», le diría un paciente ansioso, «dígame exactamente qué tengo y cuánto tiempo me queda». «Mejor no», respondería como diagnóstico, «porque tengo experiencia y sé que me puedo equivocar». Pues bien, en esta tesitura tampoco debe extrañarnos que, cuando le preguntaron por los plazos del AVE, no dijese absolutamente nada. El «señor prudente» se limitó a contarnos cosas que ya sabemos de sobra (la obra es compleja, el subsuelo es muy traicionero, blablablá), para dejarnos exactamente igual que estábamos. Es decir, en la más absoluta ignorancia sobre cuándo veremos el final de tan intensa obra. Eso sí, entre tanta indefinición algo contó que tiene su miga. Veamos.

¡Caray, pero si ya tenemos AVE!
Para el Secretario de Estado que nunca pone plazos de finalización en las infraestructuras (porque «su experiencia con fechas no es buena» y se puede equivocar, recuerden), el que actualmente un tren Alvia -sucedáneo del AVE- esté realizando el trayecto Madrid-Gijón es sinónimo de Alta Velocidad. Poco importa, digo yo, que el trazado de Pajares sea del siglo XIX, o que se tarden más de 5 horas en hacer el recorrido. Si me permiten la comparación es como si, la infecta carretera entre Colunga e Infiesto donde ya pinché tres veces con la bici, la considero una autopista. Total, el otro día transitaba por ella un Ferrari.

El reloj parado.
Cuando a Morlán le preguntaron sobre la promesa de Zapatero de que en el 2009 estaría acabada la variante de Pajares, dijo que se había cumplido. Bueno, claro, es como si un constructor, después de hacer la estructura del edifico, le dice a sus clientes que ya tienen piso. Sólo falta -para el caso de la variante- todo el equipamiento que son tres años más. En fin, para mí que este hombre tiene la misma fiabilidad en sus (no) previsiones que un reloj parado: siempre acierta dos veces al día.