A mí me parece que, algo tan importante como subir impuestos a los ciudadanos, no se puede llevar tan mal como lo está haciendo el Gobierno. Vamos, que su política de comunicación es auténticamente nefasta. Una ruina, diría yo. Recuerden que el fuego lo abrió el ministro de Fomento, José Blanco, mencionando que se subirían los impuestos a las rentas más altas. Luego vino Zapatero y matizó diciendo que en ningún caso sería a las de trabajo. Ayer, en una entrevista a un diario gallego, Blanco volvió a decir que para él los ricos (o contribuyentes de mayor poder, siendo más exactos) eran aquellos que ganaban más de 50.000 euros anuales. El portavoz en el Congreso, José Antonio Alonso, contribuyó diciendo que será “moderada y temporal” y que “no afectará negativamente a las clases medias y bajas”. Hoy, Zapatero, desde Estocolmo, volvió a insistir en que no se tocaría el tipo de gravamen del IRPF; limitándolo sólo a las rentas de capital y plusvalías. Elena Salgado, por su parte, en una comparecencia veraniega fugaz, lo único que aportó fue que “todo estaba bajo revisión”. Pues bien, ¿con qué nos quedamos?