Ayer, en una crónica anunciada, el ex ministro de Economía dejó el Congreso. Cosa, como digo, que no sorprendió a nadie, puesto que, la verdad, ser diputado «aprieta botones» tampoco iba con él. Antes, y eso sí resulta más curioso, lo había hecho el profesor económico de Zapatero, Jordi Sevilla. Pero también, le había tocado el turno al ex ministro de Cultura, César Antonio Molina. Se habla, además, de que el ex de Trabajo, Jesús Caldera, tampoco anda cómodo en su puesto de ideólogo y desea marcharse. Por no hablar de otros dos, Bernat Soria y Mariano Bermejo, que quieren tomar el mismo camino. La pregunta, pues, está clara, ¿qué está pasando?
Hay quien asegura que se van por estar hartos de las «ocurrencias» de Zapatero (ojo, lo dice Joaquín Leguina). Pero lo cierto es que el Presidente ha dado una vuelta de tuerca a sus colaboradores. Piensen que si nombró a Elena Salgado en Economía, fue para que nadie le contradiga. O sea, que quiere llevar el peso directamente en temas importantes (sobre todo, económicos). Piensen que gran parte de las trifulcas con Solbes fueron precisamente por esto: porque el ex ministro no veía bien ciertas políticas que se estaban llevando a cabo. Por tanto, parece que ahora Zapatero ya no tiene le contradiga por una sencilla razón: quiere estar solo a la hora de tomar decisiones.