Quiero pensar que a eso se le llama carisma. Esto es, a que te den un premio tan importante cuando apenas llevas nueve meses en el cargo. En fin, no digo que la cosa esté mal ni mucho menos, pero, obviamente, la lógica dice que se debería de haber esperado un poco más. En todo el mundo, digo yo, habrá personas que lo merezcan porque llevan muchos años luchando por la paz. Ahora bien, no tienen la repercusión mediática del Presidente. Quizá, y sólo digo quizá, los académicos también vieron esto a la hora de concedérselo. Obama, por supuesto, devolverá a sus premios la repercusión mundial perdida durante los últimos años.
No volveré, pues, a criticar a los Príncipe de Asturias por oportunistas. Cuando vea cosas como que premian al último deportista de moda, obviando al que ha hecho toda una carrera; al político que más sale en televisión, en contra del que ha trabajado de forma callada; al escritor que más vende, postergando al que produce literatura de calidad; me callaré. A la postre: eso también pasa en los Nobel.