Parece claro que, en el caso de Aminatu Haidar, al Gobierno lo han metido en un lío sin comerlo ni beberlo. A la activista saharaui le habían dado un pasaporte marroquí para recoger un premio, pero cuando regresó le impidieron entrar en el país. Todo por rellenar una ficha policial poniendo nacionalidad «saharaui», cosa que, por lo visto, ya lo había hecho más veces sin ningún problema. A partir de ahí los acontecimientos se desencadenaron hasta la situación que todos conocemos: lleva 23 días en huelga de hambre y su salud comienza a peligrar. Sin duda, el coraje de esta mujer está devolviendo al primer plano internacional la causa del Sáhara Occidental. La ex colonia española estaba ahí, viviendo el sueño de las mil y una noches, pero Haidar ha logrado despertarla. Ahora bien, el precio para España puede ser grande. Cuando uno se encuentra entre un país como Marruecos que niega los derechos del pueblo saharaui, y una señora cabezona como ella sola, sólo pueden surgir conflictos. De momento, va ganando la señora cabezona ya que su huelga de hambre trae en jaque a dos todopoderosos estados.

De la cumbre sobre el clima que empieza en Copenhague no espero mucho. Este tipo de eventos, casi siempre, suelen tener mucho ruido y pocas nueces. De hecho, las anteriores se saldaron con compromisos vagos, incumplimientos y, eso sí, buenas intenciones a raudales. Si quieren mi opinión creo que el discurso más ecologista de los últimos tiempos lo ha traído consigo la crisis. Sí, la caída de la economía mundial ha producido menos consumo, más conciencia e inversión en energías renovables y, sobre todo, un planeta que ha limitado su crecimiento. Mucho mejor, entiendo yo, que tener que soportar a científicos «friki» como los de la foto. Según sus teorías, las flatulencias vacunas, son terribles para el efecto invernadero. Por ello, pretenden conectar el depósito situado encima de la vaca a su culo para recoger gas metano. Sin comentarios.