Pero el caso es que 1.100 personas lo habían hecho hace ya tiempo y se encontraron con la quiebra, justo cuando tenían los billetes en la mano para viajar hacia su país. Pues bien, el caso de Air Comet tiene, cómo no, un transfondo político importante. Se está cuestionando si Gerardo Díaz Ferrán, su dueño y presidente de la CEOE, puede seguir o no en el cargo. Hay quien dice que son muchos los empresarios en esa situación y, por tanto, no se puede poner lo de su empresa como falta grave para ostentar el cargo. Otros, sin embargo, no ven en absoluto ético que, una persona que ha creado semejante caos aéreo, pueda representar a los empresarios. Bien, yo me manifiesto claramente a favor de lo segundo. Y si no les pongo un ejemplo. Imagínense que de un líder sindical se sabe que la empleada de hogar en su casa trabaja 12 horas diarias, no tiene seguro y cobra 500 euros al mes; ¿cuánto tiempo creen que pasaría sin que sus propios compañeros pusiesen el grito en el cielo? ¿No le lloverían acaso las criticas por defender los intereses de los trabajadores de forma pública y hacer lo contrario en privado?
La situación de Díaz Ferrán, se mire como se mire, es insostenible. La CEOE perdió una oportunidad de oro al no aceptarle la dimisión pocos días antes de que todo este escándalo surgiera. Lo que se está viviendo con Air Comet es de tal magnitud que ya ni siquiera sirve valorar si su gestión fue correcta (cada día que pasa, por cierto, se demuestra que no). Es más, pregunto, ¿le ve alguien negociando una importante reforma del mercado de trabajo cuando sus trabajadores están en la calle y sin cobrar desde hace 6 meses? ¿No representa esto un desprestigio para la propia organización empresarial? Para mí, lo que tienen que hacer es buscar una transición ordenada (no como el cierre de Air Comet) hacia un nuevo presidente. Lo demás, dejar pasar el tiempo hasta que esto más o menos se olvide, es practicar la política del avestruz.