En una empresa cualquiera los cargos, normalmente, se dibujan en el organigrama con un contenido concreto antes de nombrarlos. Quiero decir, no se crea un director general para luego decirle «Bueno y ahora a ver qué es lo que vas a hacer». En la foto pueden observar a tres presidentes de la Unión Europea sin saber muy bien cómo encajar. Durao Barroso, el de la Comisión, es quien más claro lo tiene, puesto que, a la postre, seguirá como hasta ahora. Sin embargo, tiene una novedad importante: la presidencia del Consejo Europeo es bicéfala. Sus referencias pueden ser el presidente por turno, ahora, Zapatero, o el permanente, el belga Herman Van Rompuy. Y ahí es donde para mí está el lío. Lejos de discutir si Van Rompuy es o no un político suficientemente conocido o competente para esta responsabilidad, la cuestión está en saber cuál es exactamente su función. Es decir, si es o no compatible con una presidencia rotaria y qué debe hacer cada cual para no suplantarse. Esto -que en una institución de este calibre debería estar más que claro- se está haciendo sobre la marcha y a preguntas de los periodistas.
Precisamente, Zapatero en una rueda de prensa comentó que si hubiese una crisis el teléfono a marcar sería el de Van Rompuy, pero, bien, puede que en el futuro otro no lo tenga tan claro. Por ejemplo, ¿creen que Sarkozy durante una presidencia francesa aceptaría un segundo plano?