Nuestro devenir en lo económico se parece cada día más al mito de Sísifo. Sí, el rey griego condenado a subir una piedra a una montaña para que luego se volviese a caer. Así, parece mentira que a estas alturas tengamos que poner rumbo otra vez a modelos de crecimiento que considerábamos erróneos. Me refiero, por ejemplo, al anuncio hecho por el ministro de Fomento de un plan de inversiones por 17.000 millones de euros. Lo cual, al fin y al cabo, no es más que tratar de llevar el «boom» de la construcción residencial hacia la obra civil. Y además, lo curioso del asunto no es ya que se quiera basar en la financiación privada mediante el aplazamiento de pagos, sino que hasta hace dos días estábamos hablando de un recorte de gastos del 25 por ciento en infraestructuras. En definitiva, se trata ahora de volver al hormigón en vez de al ladrillo, eso sí, tirando del gasto público. Pero piensen también que, donde el desempleo cayó más durante el mes de marzo, fue debido a la contratación temporal por la Semana Santa. A pesar de que los datos generales fueron malos –más de 1.000 personas diarias de media al paro- se cree que cuando empiece la temporada estival bajará. A la postre: se sigue creyendo en el denostado modelo turístico como fuente de puestos de trabajo. Pregunto, ¿no íbamos a cambiar el modelo productivo? ¿No eran la construcción y el turismo sectores cuyo peso iba a bajar en la nueva «economía sostenible»? ¿Qué hemos aprendido en dos años y medio de crisis si estamos haciendo lo mismo?