Si una huelga se mide por lo que paraliza o distorsiona la vida cotidiana, la del metro de Madrid es un éxito. De hecho, ha tenido mucha más repercusión mediática y efectividad que la recientemente convocada para los funcionarios. El conflicto, recordémoslo, viene dado por la intención de la Comunidad de aplicar el recorte salarial del 5 por ciento a sus trabajadores. Ellos argumentan que, si bien Metro de Madrid es una empresa pública, en ningún caso son funcionarios y, por tanto, no les afecta el decreto. A su vez, Esperanza Aguirre, señala que se trata de una huelga política con objeto de desgastarla. Ambas partes están tan enconadas que, desde la Comunidad, aseguran que sancionarán a todos aquellos que no han cumplido con los servicios mínimos. Y, por su parte, los sindicatos amenazan con el famoso lema que pueden ver en el video de «Madrid revienta».
En todo caso, podemos estar ante una estrategia sindical para lograr cierto éxito en sus movilizaciones: efectuarlas sobre sectores estratégicos que controlan. Evidentemente, paralizar el transporte en una ciudad –más de dos millones de personas se han visto afectadas con la del metro- tiene una repercusión enorme y que deja huella. Si la cosa sigue así puede que, la huelga general convocada para el próximo 29 de septiembre, sea una anécdota en comparación con otras locales o regionales que se produzcan. No descarto ver en este sentido un verano caliente.