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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Pobre Partido Popular asturiano.

Después de una semana convulsa como la pasada vienen las reflexiones. Y éstas pasan por analizar las estrategias que, aparentemente, se quieren materializar. Según hemos podido ver por los medios de comunicación, los urdidores de la trama para derribar la candidatura del ex ministro Cascos, creen que el mundo funciona de la siguiente manera. Para ellos, insisto, según entrevistas y mensajes lanzados a la opinión pública, da igual quien sea el candidato del PP; la gente, como masa borreguil, votará al partido aunque se pusiese al frente a, no sé, la Pantoja de Puerto Rico. Personalmente, les recomendaría que leyeran y desmenuzaran la última encuesta del CIS. En ella, se da al entrevistado la posibilidad de decidir entre a quién no votaría nunca y a quién siempre. Dicho en otras palabras: amor y odio electoral. Pues bien, en la misma está claro que el PSOE gana con creces al PP. Esto es, con casi cuatro puntos de diferencia un porcentaje alto de encuestados –el mayor de España- seguirá votando a los socialistas pese a todo (incluido el candidato). Cosa, por otra parte, que ya sabíamos de sobra puesto que, en nuestro paraíso natural, el PSOE tiene una base social amplísima. Mientras tanto, el porcentaje de indecisos con respecto al PP es mucho más alto. Prácticamente, el doble con respecto a los socialistas.

En estas circunstancias, pues, un partido que quiere gobernar (es eso lo que quiere el PP asturiano, ¿no?), no puede despreciar así a los candidatos. Un candidato atractivo para el electorado genera entre un 5 y 10% más de votos. O sea, lo necesario para ganar. Pienso que todo este proceso de búsqueda de un líder electoral estaría bien, claro, si se hubiese hecho a tiempo. Recordemos que durante los casi cuatro años anteriores, no se hizo absolutamente nada por renovar y cambiar el partido. Ahora, y como consecuencia de la amenaza de Álvarez Cascos, todo se apresura y acelera de forma ciclotímica. Si el argumento es que la gente vota al partido, como ven, se cae por sí solo al ver la paupérrima imagen que se da. Si creen que se pueden permitir banalidades quemando al electorado y que estos lo van olvidar, aviados van.

Mención aparte merece el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo. Como estratega del partido, la verdad, es una ruina. Sus continuos cambios de opinión, bandazos, alianzas soterradas y demás; volverían loco a cualquiera. Durante las pasadas elecciones generales –las que perdió por más de 40.000 votos- criticó a Ovidio Sánchez, luego se unió a Pilar Fernández Pardo en el llamado «pacto de la Escalerona»; para finalmente volver con el presidente del PP. Ah, y todo esto para dimitir al día siguiente como diputado. A Gabino de Lorenzo podríamos considerarlo como un estupendo alcalde para el PP, pero no un modelo a seguir dentro de su partido.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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