Uno. No se puede llevar peor una reivindicación laboral. El abecé de cualquier conflicto pasa por algo tan simple como caer bien y que tus demandas sean aceptadas por la sociedad. En este sentido, el colectivo de los controladores tiene tan perdida la batalla pública que, aunque tuviera toda la razón del mundo, nadie se la daría. Es más, las imágenes de viajeros tirados por aeropuertos los han puesto directamente en el punto de mira de los ciudadanos. Si antes tenían el halo de privilegiados, ahora a eso se le suma el de irresponsables y egoístas. Cuando uno de ellos declaraba que le habían obligado a trabajar bajo pistola, debería tener en cuenta que muchos de los afectados hubiesen apretado el gatillo allí mismo sin dudarlo.
Dos. Para mí, el Gobierno hizo lo que tenía que hacer. El Estado de Alarma es una figura de nuestra Constitución y está para usarla. Poco importa, aunque resulte sorprendente, que Zapatero no haya aparecido para nada en este conflicto. Sí, efectivamente, resulta chocante; pero, al final, lo que importa es que se ha vuelto a la normalidad tal y como todos queríamos. Si esto sirve como lección para todos aquellos que quieren chantajear mediante huelgas salvajes, bienvenido sea el procedimiento. No hay que tenerle miedo.
Y tres. Desde luego, en toda esta crisis el Partido Popular no estuvo nada afortunado. Cuando vi a Mariano Rajoy tirado por un aeropuerto canario sus declaraciones me parecieron las de un turista cabreado. Hasta el domingo -con un comunicado coherente de Soraya Sáenz de Santamaría- tal parecía como si estuviese más fastidiado por tener que suspender las vacaciones; que por lo que estaba pasando en el país. En fin, como rectificar es de sabios, parece que en la sesión parlamentaria del jueves estarán a favor de las medidas tomadas. Como prueba de lo que estoy sosteniendo, vean el video que se marcó Rajoy.