El runrún político no para de repetir la siguiente letanía: el ascenso del vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba va parejo al ocaso de Zapatero. Ciertamente, desde que éste llegó al cargo nunca un miembro del Gobierno había tenido semejante poderes. Lo normal, hasta ahora, es que los ministros fuesen segundones en toda la trama política del presidente. Quizá, con la única excepción de Fernández de la Vega o el propio Blanco, pero, en definitiva, siempre en un segundo plano y haciendo la cobertura, nunca guiando, a Zapatero.
Sin embargo, desde la última remodelación todo este modus operandi se truncó. Ahora quien dirige y señala claramente el camino a seguir es Rubalcaba. Lo hemos visto en la crisis de los controladores, con la deuda pública y en todas las intervenciones del portavoz gubernamental. Lo que emana el ministro del Interior –sí, tres cargos en uno- es absoluta autoridad y que su voz siempre se alza por encima de los demás. ¿Es eso malo? Desde luego, para Zapatero no. En estos momentos tan difíciles una persona que sabe manejar tiempos políticos es la mejor compañía. El post zapaterismo -si este término existe- no sabemos aún si ha empezado. Recuerden que cuando Tomás Gómez ganó las elecciones madrileñas a la candidata oficial, se dijo lo mismo. Para mí, quien marcará el inicio de una nueva etapa serán las elecciones municipales y autonómicas del año que viene.