Si yo fuese Julian Assange, el fundador de Wikileaks, investigaría lo que está pasando en el PP asturiano. Sería más que interesante saber los mensajes que se transfieren entre Madrid, Oviedo y Cascos. Para mí, que el bueno de Rajoy en su indecisión quiere contentar a todo el mundo porque piensa que, como después de las tormentas, volverá a escampar. Algo así como, bueno, nos llevamos a matar, pero a partir de ahora todos amigos. Craso error: para hacer una tortilla hay que cascar huevos y a la hora de organizar un partido también. Mariano Rajoy va dejando pasar los días en una estrategia, la verdad, bastante autodestructiva. Las elecciones están ahí, a la vuelta de la esquina, y quien designe como candidato –sí, lo del congreso extraordinario cada vez es más difícil- va a tener que trabajar contrarreloj. Fíjense que hay que montar candidaturas municipales, programas y candidatos; todo ello parado porque, al final, como en una partida de ajedrez, no sabemos quién es el rey.
Las declaraciones que vienen de Madrid son tan profundamente contradictorias como las que escuchamos aquí. Por un lado, María Dolores de Cospedal dice que la candidatura asturiana se sabrá antes incluso de navidades. Por otro, Rajoy, a los periodistas durante el día de la Constitución, dijo lo contrario: «no lo creo». Si hablas con el sector oficial están convencidos que de un momento a otro nombrarán a Pérez de Espinosa, si lo haces con los de Cascos, pues, lógicamente, el congreso está a punto de caer. En definitiva, despiste general. Nadie sabe nada y, lo peor, quien debería de tenerlo más que claro, o sea, Rajoy, tampoco.
Julian, ahora que ya estás en libertad, fíltranos la verdad, por favor.