Marta Renedo, la ex superfuncionaria de Administraciones Públicas, amenaza con contarlo todo. A través de sus allegados hace saber que tiene «Datos de empresas y particulares que hicieron lo mismo que yo durante años». Además, apostilla con un inquietante «Había determinadas operaciones habituales que los demás cometían y no pasaba nada». Bien, podemos entender estas declaraciones en un doble sentido. Por un lado, podría ser la estrategia del calamar. Es decir, ya que la ex superfuncionaria está siendo la diana de la opinión pública por sus chanchullos, vamos a esparcir un poco tinta para que se difumine. Pero, por otro, también podríamos darle cierto viso de veracidad. Esto es, que la ex de Administraciones Públicas quiera tirar de la manta con objeto de conseguir una rebaja penal. O sea, lo que se dice no comerse sola el marrón. En fin, lo que sepa o no la reina del tejemaneje es algo que sabremos, parece ser, durante el juicio. Eso, por lo menos, es lo que ha comentado desde Villabona.
Sea cual sea el objeto de estas declaraciones cada vez una cosa está más clara: las responsabilidades políticas se acercan. De momento, y a duras penas, se ha conseguido que el Gobierno asturiano comparezca en el Parlamento para dar su versión. Amparándose en el secreto del sumario, de momento insisto, el Gobierno ha eludido cualquier tipo de explicación. Sin embargo, las preguntas empiezan a ser graves y requieren alguna respuesta. Por ejemplo, si en el caso de su consejera, Ana Rosa Migoya, no se dio cuenta de todo lo que estaba pasando bajo su mandato, ¿hay entonces un mal control administrativo por su parte? Y si no –Renedo asegura que también sabe cosas de Migoya por su amistad- yo creo que todavía es más grave. Ciertamente, al contrario que con Riopedre, el partido cerró filas entorno a su persona. Es más, fue presentada en la lista socialista para las elecciones del 22 de mayo sin ninguna reticencia. El tiempo dirá, con el devenir de la investigación, si estamos o no ante un error estratégico.