Sinceramente, creo que nuestro Gobierno no entiende que el individuo, en la mayoría de la ocasiones, actúa por sí solo sin que le marquen el camino. Y me explico. Si el recibo de la luz va subiendo paulatinamente, los ciudadanos, lo que hacen es ahorrar. Es decir, no hace falta que le regalen bombillas de bajo consumo que luego, por problemas en el portalámparas, no funcionan. Ni que les digan que hay que quitarse la corbata para así no subir el aire acondicionado. Lo harán porque, en definitiva, no son niños a los que el Estado tenga que cuidar. Tampoco creo que, si el cordero se encarece por Navidad, nadie les tenga que decir que lo sustituyan por conejo. Eso es obvio si no lo pueden pagar. Siento que en muchas ocasiones el Gobierno tiene como lema: no te preocupes, ya pienso yo por ti. Y se equivoca gravemente, puesto que, a la postre, en nuestra sociedad el individuo sabe manejarse de sobra por los vericuetos de la vida.

Así, en este sentido, limitar la velocidad en autovías y autopistas a 110 kilómetros por hora, es una muestra más de esa especie de «Matrix estatal» que piensa por nosotros. Quizá crean que, cualquier conductor, no sabe de sobra que bajando la velocidad el consumo es menor y por eso lo impone. Yo personalmente, y desde que entró en vigor el carné por puntos, nunca vi a tantos vehículos ir tan despacio por las autopistas. Vale, siempre hay excepciones, pero convendrán conmigo que la bajada de la velocidad es un hecho ya de por sí. Además, un coche, que yo sepa, consume mucho más en ciudad que por carretera y, sin embargo, el transporte público apenas lo bajan un 5 por ciento. No sé si esta limitación para bajar el consumo de gasolina es una ocurrencia como dicen sus detractores. Lo que sí puedo afirmar es que, en 2008, cuando el precio del crudo llego a máximos, el consumo bajo. Y no hizo falta que el «Matrix estatal» interviniese.