Veo por televisión unas tímidas protestas por la situación que está viviendo el país. Al parecer, las consignas se dirigen contra un Gobierno desbordado y la falta de información sobre la crisis nuclear. No son demasiados, más bien muy pocos si tenemos en cuenta que Tokio tiene más de 30 millones de habitantes. Si una catástrofe similar ocurriese aquí me imagino que serían muchos más los que saldrían a la calle. Doy por hecho que cientos de manifestaciones se sucederían, mientras que Gobierno y oposición se acuchillarían entre sí de manera feroz. Además, cuento con que la reacción en cadena que se produciría contra la energía nuclear sería enorme. Tanto que acabaría defenestrándola. En Japón nada de eso sucede. Más bien, se lo toman con resignación nipona y, después de esta crisis, cambiarán de gobierno –van a uno por año- para luego volver a su rutina. Dudo que se cuestionen mucho el debate de nuclear sí o no, porque, entre otras cosas, son profundamente dependientes energéticamente. Digamos, que no les queda otra.
Nota: los de la foto piden fondos para la reconstrucción del país.
Por otra parte, y mirando a la actualidad internacional, es de celebrar que el Consejo de Seguridad de la ONU actúe por fin en el tema libio. Desde luego, la UE otra vez, y para este tipo de temas, han vuelto a fallar. La situación de división interna, ciertamente, me recordó a la que se vivió en la antigua Yugoslavia durante 1992. Tuvo que ser Estados Unidos quien dio un vuelco a la guerra bombardeando Servia. Desde luego, por mucho que se digan temas de no injerencia y demás zarandajas; lo que no puede ser es que un dictador masacre a la población civil. Los libios merecen el apoyo internacional que ahora –quizá un poco demasiado tarde- van a tener.