Hubo un tiempo en este país que la clase media casi se creía rica. Disfrutaba de vacaciones en el extranjero, una segunda residencia, salía algún fin de semana a cenar fuera… En esos gloriosos días el salario que entraba en casa daba para todo y no existían problemas para llegar a fin de mes. Desde luego, la situación cambió radicalmente a finales de 2007 con la crisis. Los Fernández, por poner un nombre, ahora se las ven y las desean para cuadrar las cuentas familiares. Se encuentran con: un IPC al 3,6%, la subida de los tipos de interés de su hipoteca, la energía (luz o gasolina) por las nubes, pagan más impuestos puesto que el IVA es mayor y, por si fuera poco, los tramos del IRPF le han subido a nivel autonómico o estatal. Vamos, que si la familia Fernández ingresaba antes unos 3.000 euros al mes –eso contando con que uno o dos miembros no estén en paro- ahora tienen que recortar gastos por todos los lados.
Personalmente, la sensación que tengo es de que cada vez somos más pobres. Todo el mundo se queja de que la gente, como es lógico, ha recortado su consumo hasta límites insospechados. Las familias hoy en día no pueden permitirse nada porque, entre la incertidumbre por el futuro y la certeza de un presente donde todo es más caro, las cuentas no salen. Incluso sectores sociales que antes eran inmunes a las depresiones económicas –los funcionarios, por ejemplo- lo están sintiendo con creces porque han visto directamente recortado su sueldo. Desde luego, la crisis está golpeando a las clases medias como nunca lo había hecho antes.