Ahí donde lo ven con sus tirantes rojos el banquero número uno se reveló como un hombre de Estado. En la reunión que el pasado sábado tuvo lugar en Moncloa destacó sobre todas su intervención. Más que nada porque, a diferencia de lo que suele ser habitual en los plutócratas, hizo política. Le dijo a Zapatero, por un lado que su partido dejase apartado el debate sucesorio, y por otro que agotase la legislatura. O sea, que se dedicase a gobernar hasta el final. Esto, cómo no, le supo a cuerno quemado a Mariano Rajoy. De hecho, se apresuró a reunirse con una representación de las pymes y autónomos dándoles relevancia. Un Rajoy disgustado con la plutocracia nacional, parece sentirse más cómodo con la pequeña y mediana empresa. No sabemos si su reacción hubiera sido la misma si, como hizo Botín en el 96, dijese de él lo que en su día de Aznar: «Inspira una gran confianza en los mercados, inversores y grandes empresas internacionales».

No obstante, aunque la moral de Zapatero (así comentó) haya salido reforzada, tampoco sabemos si los intereses de los plutócratas nacionales coinciden con los de los ciudadanos. O sea, si eso de no adelantar las elecciones generales –en un escenario de falta de recuperación alarmante- es bueno para el país. En caso de que el PSOE sufriera una debacle en las elecciones del 22 de mayo, ¿no surgirán entonces tensiones en el Gobierno? ¿Se puede seguir gobernando como si nada después de un desastre electoral? Evidentemente, las autonómicas y locales tendrán mucho que decir en el futuro panorama político nacional. Me temo que más que Botín.