La operación de Banco Base yo la describiría de la siguiente manera. Sería algo así como si un jinete intentase cargar al caballo y no al revés. Piensen si no que en cómo estaba diseñada. Cajastur (número 20 en el ranking de cajas) y dos entidades más (Caja Cantabria y Extremadura) intentan gobernar a la Caja de Ahorros del Mediterráneo (cuarta caja española). Como comprenderán, la fusión en sí ya era complicada de entender salvo que se diese un supuesto: la CAM estaba tocada. Así era y lo que falló, simplemente, es que el agujero fue más grande de lo previsto.
Tenemos, pues, el primer fracaso del proceso de reestructuración bancaria. Primero, porque las necesidades de capital calculadas por el Banco de España fueron erróneas. Dijo que serían necesarios 1.400 millones para cumplir las condiciones de capitalización, mientras que lo que se pidió fue del doble, o sea, 2.800 millones de euros. Por tanto, ese fondo que el Banco de España calculaba en 15.000 millones ya se queda corto antes de empezar. Además, si las entidades que tienen previsto captar capital privado no lo consiguen -y eso es más que posible- tendrán que recurrir al FROB. Es decir, más dinero público y menos credibilidad ante los mercados.
Pero la segunda parte viene dada por la situación en que queda la CAM. El Banco de España se ha cansado de ofrecerla a la banca. Dicen que únicamente el Santander estaría interesada en la operación, eso sí, a precios de saldo. Piensen que tendría que inyectar tres veces más que lo en su día le costó Banesto. Evidentemente, si no es así hay que intervenirla. La tercera después de Caja Castilla La Mancha y Cajasur. Algo que el supervisor no quiere porque, a todas luces, tendría repercusiones internacionales. Digamos que ya, la confianza en el sector, bajaría hasta límites insospechados.
Nota final: En todos estos procesos –ruinosos como queda claro- sólo tres Consejos de Administración han sido cesados, el resto sigue en sus puestos.