Era casi de manual. La oposición había rechazado el plan de ajuste al primer ministro portugués, éste dimite y convoca elecciones, el Gobierno provisional lanza mensajes de que el país no será rescatado… Resultado: los mercados tensan la cuerda y viene obligado a pedir ayuda de Bruselas. Algo que se repitió, casi en los mismos términos, para Grecia e Irlanda. En el caso portugués la ayuda será inferior, sobre unos 75.000 millones de euros. Pero el efecto psicológico va a ser igualmente intenso. Al país vecino los mercados le forzaron a pagar tipos de hasta el 10%, además de comprometer a la banca y hasta incluso el propio fondo del sistema de pensiones a la hora de comprar deuda. Una situación límite que ha acabado por estallar.
¿Pueden las cosas ir a peor? Bueno sí, en el caso de haya reestructuración. Los países ahora intervenidos –incluyo ya a Portugal- no sabemos si necesitarán en un futuro reestructurar su deuda. Se dice que el caso más comprometido es el de Grecia. Tiene prestados 110.000 millones y no acaba de ver la luz al final del túnel. Si cualquiera de estos países modifica las condiciones de su deuda para no caer en impago, se produciría una crisis de órdago. Piensen que para 2013 la Unión Europea prevé que los países que tengan que ser rescatados tendrán que hacer quitas, o sea, rebajas a sus acreedores. Por decirlo de otra manera: ya nadie tendrá seguro cobrar la totalidad de la deuda comprada.
Y a España, ¿qué? Pues de momento nada. La deuda española está en sus mejores ratios desde hace cinco meses. Ahora bien, anuncios como el de la ministra de Economía ayer ayudan poco. El Gobierno empeora sus previsiones y nos muestra un horizonte de menos crecimiento y más paro. De hecho, viene a decir que hasta 2015 no bajará de los cuatro millones de parados. Unas previsiones que son una auténtica munición para los mercados. Esperemos, que no la usen.