Tengo la sensación de que al sector inmobiliario se le está demonizando. Algo así como que, para que vuelva a resurgir la economía, hace falta enterrar al mundo de la construcción. Declaraciones como las de ayer del secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, parece que lo corroboran. En el marco de unas jornadas sobre el futuro de las cajas de ahorro dijo, «Hay que lograr que el objetivo no sea dejar un piso en herencia a los hijos». Con lo cual cabe preguntarse cuál debe ser para el secretario la herencia correcta, si nuestros padres se esforzaron por dejarnos al menos un piso donde vivir, ¿qué debemos hacer nosotros con nuestros hijos?
Pienso que, efectivamente, el peso del sector era excesivo. Pero, ojo, también el bancario y no se ha hecho nada por cambiarlo. Al revés, los bancos y cajas van a salir más fortalecidos –con dinero público en bastantes casos- de la crisis mientras las inmobiliarias quiebran. Al sector lo han hecho cabeza de turco de muchos males y, con denuedo, han intentado reducirlo por las bravas. Asturias, sin ir más lejos, tiene la fiscalidad más alta de toda España. Comprar un inmueble en nuestro paraíso natural puede llevarse un 10 por ciento de la compra en tributación. A eso hay que añadir que las deducciones fiscales han sido reducidas hasta casi su eliminación, mientras que el mundo de la vivienda de protección se las ve y se las desea para obtener subvenciones. Resumiendo: parece que el nuevo modelo económico –si eso existe y algún día lo vemos- pasa por aniquilar al sector inmobiliario.
Sin embargo, con otro de los motores de la economía, a la sazón, el turismo, no pasa eso. Desde el Ministerio de Trabajo están esperando a la Semana Santa para que, con los datos del sector, baje el paro. Nadie le pone trabas a que el turismo vuelva a crecer y se festeja que, ciertos países del norte de África, estén con problemas sociales para así aprovecharlo. En fin, la nueva economía del I+D+i no aparece por ningún lado, pero, eso sí, lo del sol y playa que no falte.