Al señor de la foto, el presidente de Telefónica, no le asusta el qué dirán. Eso está claro cuando, en estos tiempos, pretende prejubilar al 20 por ciento de la plantilla. Unos 6.000 trabajadores que, debido a los resquicios legales, va a llevar directamente hacia la jubilación previo paso por el desempleo. Es este punto, sin duda, el quid de la cuestión. Como cada trabajador tiene dos años de paro, Telefónica pretende que se paguen sobre unos 208 millones de euros en prestaciones para así hacer más barato el ERE. Digo que no le importa lo que dirán los demás, porque, por si fuera poco, la compañía anunció 450 millones de euros en incentivos a sus directivos. Pues bien, ante todo este desaguisado social a mí se me ocurre una pregunta. Si acabamos de aprobar una reforma laboral y esto no estaba previsto, ¿de qué sirve entonces? Si siguiendo el mismo método las cajas de ahorro en su reestructuración van a prejubilar a 11.000 personas, ¿no es acaso la reforma papel mojado? Evidentemente, como el Gobierno se ha dado cuenta del agujero que presentan los ERE en las grandes empresas, quiere cambiarlo a toda prisa. Quizá, demasiado tarde.

Mal día en el mercado de la deuda para los intereses del Tesoro. Pagó un 40 por ciento más por colocarla. Su prima, con respecto al bono alemán, subió hasta 232 puntos básicos. Mucho más de lo esperado. Los rumores -que para mí son completamente ciertos- de una reestructuración de la deuda griega tienen bastante culpa. A Grecia los 110.000 millones de euros que se le prestaron no le dan para pagar 350.000 millones que todavía debe. Un desastre fiscal que acabará mal: diciendo a los acreedores que deben aceptar una rebaja. A todo esto se une que Finlandia, debido al ascenso de la ultraderecha, podría negarse a rescatar más países. Algo que dinamitaría los acuerdos tomados hace poco en defensa del euro y el espacio económico europeo. Buf, vaya 2011 que llevamos.