Desde luego, está claro que el «caso Renedo» -la trama de corrupción que llevó a un ex consejero y dos funcionarias a la cárcel- ha entrado en otra dimensión. La transcripción de los pinchazos telefónicos deja bien a las claras una manera de actuar dentro de la Administración preocupante. Parece como si algunos funcionarios han tomado al Principado como una especie de cortijo, donde, por lo visto, hacen y deshacen a su antojo. Y no lo digo por María Jesús Otero, número dos de Educación, o la propia Renedo; sino que hasta 130 empresas participadas por empleados públicos o familiares están siendo investigadas. Ya, por supuesto, no se trata de un caso de corrupción asilado, sino de una manera de hacer las cosas, un modus operandi que se ha instalado dentro de lo público.
Las empresas que saben de antemano cómo presentarse para ganar un concurso, o que sus supuestas competidoras pertenezcan a las mismas personas; no deja de ser un síntoma de que algo va mal. La Administración autonómica, quizá también la local si se investiga, se muestra como un coto cerrado donde, los conseguidores y las cadenas de favores, proliferan al igual que las flores en primavera. Sinceramente, me parece increíble que no haya responsables políticos. Cuando les preguntan a los implicados se ponen de lado. Dicen que quieren respetar el todavía secreto parcial del sumario. Por favor, ¿qué más necesitan? Es alarmante todo lo que estamos sabiendo de este caso y ver cómo ningún político da la cara o asume responsabilidades. Lejos de esto pretenden que el ruido de la campaña electoral lo tape todo. Un silencio culpable que dure, por lo menos, hasta el 22 de mayo.