Mucho me temo que la resaca del 22 de mayo va a ser amarga. Lo más probable, tal y como se está desarrollando la campaña, es que el Parlamento salga disperso, sin una fuerza que tenga la mayoría suficiente para gobernar. Los grupos presentes en la Cámara –sean cuatro o cinco- se van a resumir en dos posibles coaliciones. La de izquierda con el PSOE e IU que posiblemente no llegarán a los 23 diputados. Y por otro lado, la del PP y Foro Asturias que pueden tenerla, pero, claro, aquí entramos en lo del entendimiento y las disputas internas. Con todo lo que ha sucedido entre ambos, ¿llegarían a un entente para gobernar? ¿Quién sería el futuro presidente del Gobierno asturiano? En caso de no llegar a acuerdos postelectorales, podría darse incluso un escenario de repetición de las elecciones. Una posibilidad que no es política ficción tal y como quedarán las cosas.

No obstante, lo más factible es lo siguiente. Esto mismo que sucederá en el parlamento asturiano, o sea, cuatro fuerzas divididas en dos coaliciones, se va a repetir en muchos ayuntamientos. Ante esta tesitura los cambios de cromos están a la vista. Es decir, puede que una fuerza deje gobernar a otra si, al final, la que cede adquiere poder municipal. O sea, tú gobiernas en el Principado y yo tengo alcaldías relevantes en determinadas ciudades. Este, como digo, cambio de cromos, es más que posible entre el PP y Foro Asturias. Así, ninguno de los dos partidos quedaría en el ostracismo y tendría su cuota de poder. Ahora bien, el cómo se realizará este mecanismo por ahora no se vislumbra. La derecha ya se ha troceado en nuestro paraíso natural, no sólo antes de llegar al poder como ahora, sino incluso estando en él como sucedió durante la legislatura 95-99. Estaríamos, pues, ante una Asturias ingobernable.