El que un juzgado de instrucción imputara al duque de Palma no debería sorprender a nadie. Desde que se conocieron las investigaciones de la Fiscalía Anticorrupción, lo normal es que Iñaki Urdangarin acabase ante el juez. Su abogado dice que «parecía un clamor popular» el que eso fuese así. Bueno, claro, si desde la propia Casa Real tacharon la conducta de su cliente de «no ejemplar», ¿qué podemos pensar los demás? Si un día tras otro salen pruebas del «afán desmedido de lucro» tal y como le atribuye el fiscal, ¿acaso no debemos estar los ciudadanos también interesados en que sea juzgado? El mensaje navideño del Rey fue portada en todos los medios de comunicación. «La justicia es igual para todos», dijo el monarca. Y aunque luego quiso desvincularlo de su yerno, todos pensamos lo mismo. Y es que si no, Majestad, ¿a quién iba dirigido?
Lo que está sucediendo el PSOE sigue el esquema clásico de las derrotas electorales. Más si cabe, cuando es tan dolorosa como la sufrida el 20-N. Surgen manifiestos, corrientes, plataformas, candidatos y hasta frikis para dar color al asunto. Se dice que deben primar las ideas, pero al final los grupos se forman en torno a personas. Los dos aspirantes claros –Carme Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba- quieren un sistema de primarias. Lo cual, francamente, no deja de ser un guiño hacia su futuro electorado interno. Ahora bien, desean abrirlas, no sólo ya a los propios militantes, sino también a simpatizantes. O sea, una categoría indefinida y que puede dar lugar a abusos. En cualquier proceso interno el militante debe tener una cierta antigüedad, en el caso de simpatizante no sabemos muy bien qué criterio se va a seguir. A lo mejor, uno de los candidatos le da por buscarlos hasta debajo de las piedras. El ser tan transparente puede dar lugar a un problema: el partido se rompe como un cristal.
¿Cuántos días lleva enterrándose el líder norcoreano? ¿Cinco, siete, diez? Yo no había visto unas exequias tan largas en mi vida. La cuestión ya no está en los golpes de pecho y fotografías retocadas como ésta, sino en que los tiranos tienen funerales eternos porque los embalsaman. Su cuerpo, como no se corrompe ante la muerte, da para eso y mucho más. La vida de un férreo dictador suele ser larga y fecunda porque ni siquiera tiene golpes de Estado. Para ello, sin duda, debe de buscarse un enemigo potente al cual culpar de todo. En este caso, como casi siempre, Estados Unidos. Así, justifica un presupuesto de defensa astronómico mientras que el pueblo se muere de hambre. Vean si no también el caso de Hugo Chávez. Ha sido recobrar fuerzas de su enfermedad y ya agita el antiamericanismo. Dice que el cáncer que padecen varios mandatarios americanos es tecnología «made in USA». Mensaje absurdo, pero que tiene adeptos.