Los dos grandes partidos, a la postre, PSOE y PP, suelen hacer sus congresos después de elecciones. En ambos casos, entiendo, lo que se pretende es hacer una lectura de los resultados y corregir posibles errores. Sin embargo, nada de eso sucede. Tanto socialistas como populares se limitan a reafirmar al jefe y nada más. Le pasó a Rajoy cuando, en el congreso de Valencia, fue aclamado pese a haber perdido ante Zapatero de forma dolorosa. Y el sábado, cómo no, sucedió con Rubalcaba. En definitiva, nuestra política se rige por la siguiente máxima: perder no cuenta. La culpa, sin duda, no tiene ningún nombre a quién señalar. Es curioso que, todo el aparato que llevó al PSOE a la mayor derrota de su historia, siga intacto. Véase si no el caso de Elena Valenciano, directora de una campaña electoral desastrosa, y que ahora es vicesecretaria general, o sea, la número dos. Durante el 38 congreso se habló de recuperar el voto, volver a ser alternativa de gobierno, etcétera; pero sin nombrar a nadie responsable directo de tan abultada derrota. Bueno, sí, yo creo que quien se lo llevó subliminalmente fue Zapatero. Pese a estar apartado completamente -tanto del aparato como de la política activa- en el ambiente flotaba que él era el culpable del pim-pam-pum electoral.

Esta, digámoslo así, no vinculación del desastre electoral con el candidato, lógicamente, también la tenemos en Asturias. Javier Fernández se encamina por segunda vez a ser el candidato de los socialistas. Nadie le echa en cara, por ejemplo, que sus resultados fueron los peores cosechados por el socialismo en la historia de nuestro paraíso natural. Debe ser que no cuenta, o que la crisis sirve como justificación universal. Me pregunto, pues, si en el caso de obtener una nueva derrota el 25-M; Zapatero o la crisis serán otra vez la excusa.