Confluyen tantos personajes en el juez Garzón que, al final, su entorno acaba magnificándose. Está, por un lado, el magistrado que persigue al narcotráfico o el terrorismo de forma brillante; pero también el que comete fallos de bulto a la hora de instruir las causas.  A eso se une el que pregona la independencia judicial a los cuatro vientos, mientras practica una militancia activa hacia una ideología de izquierda. Todo ello, claro está, con un halo más que evidente de mediático y justiciero. Bien, el caso es que la sentencia del Tribunal Supremo –para mí, ciertamente dura- lo que le dice es que se ha pasado. Según  sus propias palabras: « La búsqueda de la verdad no justifica cualquier medio». Y con frases tan lapidarias como: «Actuó con prácticas que sólo se encuentran en los regímenes totalitarios». Es decir, para el alto tribunal está más que probado que Garzón ordenó las escuchas entre abogados y acusados en la trama Gürtel a sabiendas, o sea, prevaricó. Vale, sus defensores dirán que destapar la corrupción exige eso y más; pero también los corruptos tienen derechos. Y uno de ellos, prácticamente inviolable salvo en casos de terrorismo, es la privacidad en las conversaciones entre letrado y cliente para salvaguardar la defensa. A mí la sentencia –aunque ya digo que demasiado dura- me parece técnicamente impecable. Si se fijan, en un caso más cercano de corrupción como fue el de Marta Renedo, se pidió la anulación porque la jueza había pinchado los teléfonos. No fue así y se admitieron las conversaciones como prueba, pero, si las escuchas hubieran sido con sus abogados en la cárcel, la instrucción se hubiera ido al garete. «Dura lex, sed lex». La ley es dura, pero es la ley.

No obstante, aunque se hubiera librado de ésta, a Garzón le quedaban dos causas pendientes. Una por una presunta prevaricación cometida al investigar los crímenes del Franquismo, y otra por unos cobros que habría podido recibir del Banco de Santander al organizar unos cursos en la Universidad de Nueva York. Como digo, todo en él es excesivo.