Está claro que todos los movimientos sociales que estamos viendo últimamente, tienden hacia la organización de una huelga general. Los panfletos, manifestaciones, la actividad sindical intensa en la calle… En definitiva, no es más que el preámbulo para ir hacia el escenario de una convocatoria. Las razones pueden buscarse en la aprobación de la reforma laboral, pero es que el Gobierno va a dar más argumentos. Más que previsiblemente –y dado que Bruselas no va a ceder- tendrá que hacer un ajuste de caballo para el mes que viene. Situar el déficit público este año en el 4,4%, cuando ahora está por encima del 8, es una tarea titánica que conlleva recortar sobre 40.000 millones de euros. Para que nos demos una idea, todos los ajustes de la era Zapatero que resultaron tan dolorosos y llevaron a otra huelga general, fueron aproximadamente de 28.000 millones de euros. Por tanto, lo que tenemos por delante no parece, ni mucho menos, un panorama halagüeño.
Así y todo, las organizaciones sindicales deberían pensar que también la convocatoria lleva un cierto desgaste. En la última, la de Zapatero, su imagen quedó bastante tocada por las continuas presiones ejercidas para paralizar el país. Es más, yo pienso que gran parte de la sociedad lo que quiere es que se acabe la crisis y, por eso, ha dado un cierto cheque en blanco al Gobierno. Algo así como cuando, ante una enfermedad grave, le pides al médico que te cure de una vez aunque la medicina sea muy amarga. El crédito del nuevo de Gobierno de Rajoy, de momento, todavía sigue bastante intacto. Por tanto, el momento que se elija para convocarla también será muy importante. Casi seguro cuando se vayan a aprobar los Presupuestos Generales del Estado.