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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Panorama desolador.

A uno ya no le cuesta asimilar las malas noticias económicas. Es algo que se da casi tan descontado, como, no sé, que en un telediario se hable de muertos y guerras. Ayer, sin duda, fue un día donde éstas se acumularon y, sin embargo, pasaron con cierto aire de rutina. A que la economía española entró oficialmente en recesión –dos trimestres consecutivos negativos-, le tenemos que sumar el contagio sufrido por países como Francia o Holanda en sus primas de riesgo. Y aunque hasta ahora habían sido casi tan seguras como la alemana, tuvieron que ver como se incrementaban de forma vertiginosa por su situación política. La primera por estar inmersa en unas elecciones, y la segunda, por la dimisión de su Primer Ministro. En definitiva, todo el mundo mira a España como causante de esta ola de inestabilidad, porque, a la postre, siempre está en la picota sobre si tendrá o no que ser rescatada. Bien, lo cierto es que nuestra economía (y entorno, en general) tiene un aire deprimente a más no poder. Se da una situación de estancamiento donde, ni lo nuevo acaba de nacer, ni lo viejo de morir. Tomen si no como ejemplo las múltiples reformas del sistema financiero. De ser –Zapatero dixit- el mejor y más sólido del mundo hasta 2009, en la actualidad no deja de ser una rémora que condiciona todo lo demás. Se ha intentado agrupar, ayudar, consolidar, sostener y la cosa sigue igual. Si el Banco Central Europeo le da una línea de liquidez, en vez de sanearse, invierten en deuda española que es más rentable. Si se le fuerza para que sus balances queden limpios de inmuebles, hablan de crear bancos malos (o sociedades que luego se liquidan a los 10 años) con objeto de no reconocer las pérdidas. A la sazón: han pasado ya tres años y seguimos exactamente donde estábamos al principio. No ha habido ni un solo avance. En esta tesitura, pues, que nadie espere como dicen algunos pomposamente «que fluya el crédito».

Pero lo peor sigue siendo el empleo. El informe de la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) lo sitúa por encima del 26%. O lo que es lo mismo: seis millones de parados. Además, y por si fuera poco, entiende que no se logrará el objetivo de déficit (5,3%) llegando únicamente al 6,2%. En resumen, se produce el siguiente efecto perverso. Pese a que se recorta a más  no poder y con ello aumenta el desempleo, ni siquiera nos aproximamos a lo que estaba comprometido con la Unión Europea. Simplemente, repito, deprimente.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


abril 2012
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